sábado, septiembre 23, 2006

Cómo morir en privado

Recordando a Don Sabines
y ese otro lenguaje lateral y subversivo...


Sumidos en un sueño de tantos,
en esa calma que proporciona el delirio,
con los labios exhaustos por tanto esquivar los besos
y los párpados negros de tanta noche,
nos vamos quedando, al fin, callados.
Enfrentados nuestros ojos,
se arrebatan horas, kilómetros y litros
de diálogos mudos y silencios estridentes.
Entonces te vas.
Y a pesar de que el pasillo se alarga de lado a lado
para que no te vayas completamente,
yo me quedo aquí,
inmerso en este aire que se endurece como vidrio,
despidiéndome dolorosamente de tu pelo
como de los gallos los trenes.

He aquí tu sembradío de huellas en la habitación,
he aquí tu ausencia,
he aquí la provincia en la república del infierno,
he aquí que yo espero.
Espero morirme sin ti en unos días
y definitivamente ha de ser sin ti,
porque la muerte es uno de esos asuntos privados
de los que se requiere estar solo
para que puedan resultar exitosos.
Morirse es algo así como afeitarse,
sólo que pronunciando la navaja en la garganta.
Es como tomar una siesta, pero sin signos vitales.
Morirse es como ser parido, pero en sentido contrario.

Espero morirme sin ti y de ti en unas horas…
¿pero tú qué opinas?
¿te parece bien que me muera nada más una semana?
No es mucho ni es poco, es cotidianamente excesivo.
Yo quisiera morirme y resucitar al tercer día como Jesucristo,
o resucitar al instante, como el ave fénix.
En una semana se pueden reunir
todos los sinónimos de la palabra fallecer
y se les puede conjugar en primera persona.

Antes de morir quisiera ordenar mis libros y
pagar unas llamadas de larga distancia.
aprender a manejar contigo o que nos tomáramos
un café de 6:00 a 7:00 de la tarde.
Antes de morirme abrígate bien.
Bésame sólo una vez para cerciorarnos
de que sí estuve vivo.
Hazlo, y me quedaré aquí, tranquilo y esperando…
Esperando a morirme sin ti, de un momento a otro.

viernes, septiembre 22, 2006

Tantas veces a lo lejos...

Hay miradas que se abren como incendios…
Caricias como palomas perdidizas
cuerpos, domicilios con añoranza
huérfanos de casas en remitencia.

Ardid ardiente pones en mi, maga cotidiana
sales de este mundo y sus piras
y suspiras mariposas a portales.

Hay miradas que se abren como incendios…
La lluvia es el párpado que se cierra
y en estos ojos ya blindados
te bosquejo siempre sopesando males.

A un solo pie voy saltando
los montes entre nosotros
las líneas que nos dividen
las cifras que nos oponen.

La tiza es el oráculo del suelo,
una fe de polvo que simplifica:
consumaré mi acto de avanzar esta rayuela
y llegaré contigo, definitivo al séptimo salto…

Hay miradas que se abren como incendios
y yo te he quemado tantas veces a lo lejos...