A trescientos sesenta grados de mi
A trescientos sesenta grados de mi, me miro,
difuminadamente en el cenit de nuestro sillón,
a la hora en que el tiempo se pinta sepia.
Y yo soy, entonces, la periferia de todos mis pronombres.
Afuera los planetas se afilan, se enfilan;
y parecen tocar a mi ventana;
pero yo estoy embotado pronunciándote
con mis ojos añejos y mis pantalones tristes.
Y yo soy, entonces, el extranjero de todos los lugares.
Por las noches ya no logro conciliar la muerte
–es por mi vocación de escapista-
y me quedo embarrado en el mundo
como una pincelada de impresionismo
y yo soy, entonces, de la navaja de Van Gogh, el blanco
A través del teléfono te tejo una letanía con cosas que se me ocurren,
con tu nombre, café y esta nostalgia a priori que me carcome a veces.
“No habrá vaso para el agua de esa sed silente…”, escucho de los ecos.
Y yo soy, entonces, el Ctrl-Alt-Suprimir para la resignación.
Mi corazón grita acordes a destiempo
en esta historia sinfónica de cada mañana,
en la crucifixión del grillo,
en la sordera del abuelo…
Y yo soy, entonces, los cuadros negros del crucigrama
o cualquier otra cosa, menos lo que mi gato piensa.
3 Comments:
¡Cuanto extrañaba ya tus palabras campanero!
Un beso lunoso de obsidiana
... la periferia de todos mis pronombres...
Creo que es la frase más bella de todo el contenido.
Una influencia extraña de la poesía francesa y a su vez del candor latinoamericano... tus errores son tan sutiles que se esconden tras los perfectos tropos de tu retórica apasionada.
Hola gaussin
Ojala y aun entres a tu blog, solo deseo de todo corazon que seas feliz y espero algun dia volverte a encontrar... extrano el sonido de tu refrigerador al telefono
Sandra
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